En esta oportunidad, ansío escribirles sobre la situación política que viene atravesando nuestro no menos famoso país, PERÚ. Si, el mismo que los analistas económicos catalogan como un país emergente y que se proyecta a convertirse en un país del primer orden antes del 2050. Criterios que, a mi parecer, están seriamente amenazados por los dos candidatos que irán a la segunda vuelta este 5 de junio. Veamos por qué. Primero, y no más importante, Ollanta Humala fue el gran outsider de las elecciones que ganó Alan García en el 2006. Su discurso nacionalista y estatista le valió varios puntos porcentuales en un país cansado de ver como los grandes empresarios se siguen haciendo ricos y los ambulantes continúan siendo pobres. Humala, seguidor de Hugo Chávez y Juan Velasco, dirigió junto a su hermano Antauro Humala un levantamiento en un pueblo de la sierra peruana (del cual no recuerdo el nombre) y, desde ese momento, logró notoriedad en el escenario político.
Sin embargo, hay serias incongruencias en su plan de gobierno. Por ejemplo, para impulsar el proyecto PENSIÓN 65 se requeriría 14 mil millones de soles, dinero que tendría que ser quitado –literalmente- a la Asociación de Fondos de Pensiones (AFP) hasta por un monto de 6 mil millones de soles, insuficiente aún para sobrellevar el enorme calendario de pagos de más de 2 millones de jubilados. El otro asunto preocupante, es que los 9 mil millones restantes serian obtenidos del aumento del IGV del 18% al 26%. Cualquier peruano medianamente educado sabe que, en cristiano, esto significa que se pagará más por los bienes y servicios que se producen en nuestro país (incluso lo que vienen del extranjero, ya que se someten a los abusivos y groseros impuestos a la importación) y toda la cadena de producción, de igual forma, aumentará su inversión sin tener mayores beneficios. Es decir, es vez de fomentar una libre competencia, se creará un ambiente propicio para el fracaso de la industria nacional.
No obstante, aumentar el salario mínimo vital de 650 a 850 soles es uno de los puntos a su favor, además de implementar un sistema de seguridad ciudadana más eficiente contra la delincuencia. El aspecto fundamental, que no debe escapar del análisis de todos los peruanos, es el hecho de que sobre la mesa las propuestas parecen digeribles y viables, sin embargo, el otro aspecto es el cómo se va a hacer. Aumentar la carga impositiva tributaria en un país cuyo nivel per cápita bordea los 5 mil dólares, no es el mejor ejemplo de un gobernante demócrata que se preocupa por los que menos tienen. En lo social, las reformas de Ollanta parecen una panacea ante tanto político mentiroso y ambicioso, pero, en lo económico, no se ajusta a la realidad del mundo globalizado y menos a una reforma integral del estado que, requiere con urgencia, sendas modificaciones al modelo económico para que el crecimiento económico (que para el 2012 se proyecta a 10%) llegue a los que menos tienen.
Si bien es cierto que en nuestro país necesitamos luchar frontalmente contra la corrupción y la delincuencia, también es cierto que necesitamos gobernantes idóneos para esta tarea. El nacionalismo no es el mejor ejemplo de gobierno democrático, porque priva de muchas libertades a sus empresas e individuos. En la teoría suena hermoso, todos vamos a ser iguales y la riqueza se va a distribuir equitativamente entre todos. Es decir, en vez de avanzar, retrocedemos hacia un modelo como el que Lenin impuso en la Unión Soviética en los años 20. Este breve articulo no pretende centrarse solo en el candidato de Gana Perú, sino también en la candidata de Fuerza 2011, Keiko Fujimori, quien tiene que responder una larga lista de interrogantes, como quien pagó sus estudios en la Universidad de Columbia (Estados Unidos) cuando su padre apenas ganaba 3 mil soles como presidente del Perú. Y no solo la de ella, sino la de sus 3 hermanos. Lo otro, como sustentó un sueldo por encima de los 15 mil soles cuando su empresa apenas facturaba ingresos por 5 mil.
Además, porque se quedó al lado de su padre como primera dama de la nación cuando su madre lo denunció por tortura y se descubrió sus vínculos –más que directos- con Vladimiro Montesinos (asesor y exjefe del SIN). Muchos hablan de que, durante el fujimorismo, se eliminó el terrorismo, pero lo que muchos no saben es que Montesinos negoció con los narcotraficantes para que estos obtengan los permisos necesarios en los vuelos que sacaban la droga del Perú hacia otros países. Recibiendo por estos favores varios millones de dólares que fueron repartidos –imagino que a la mitad- con su, en ese entonces, jefe. Fujimori, entre otras joyas, fue condenado a 25 años de prisión por los crímenes de lesa humanidad en contra de estudiantes de La Cantuta y Barrios Altos. Lo que es peor, renunció por fax desde Japón y no fue capaz de dar la cara ante la justicia peruana por los crímenes que se le imputaban. Keiko, por su parte, aprovechó la popularidad de su padre para hacerse con una curul y demostrar que, como política, es buena hija.
La realidad, calamitosa e incierta, nos muestra un escenario totalmente ambivalente, donde dos viejos conocidos buscan hacerse con el sillón presidencial. Keiko es la clásica representante de la derecha mercantilista. Si, esa que negocia con los grandes empresarios jugosos acuerdos económicos y que compra conciencias en los medios de comunicación con la premisa de la inexacta “libertad de expresión”. La misma que no consigna acuerdos favorables para los pobladores que viven cerca a las mineras y petroleras. Aquella que no crea reformas en educación y salud para beneficiar a la creciente población peruana. La que centraliza la economía en la capital y deja de lado a sus demás regiones. Por otra parte, Ollanta es el candidato de la izquierda. Si, aquel que después de un par de décadas ha logrado reactivar un viejo vagón de tren opacado por las malas artes de sus expositores. El cual, dentro de su ideología, plantea una socialización del mercado y una mejor redistribución de la riqueza.
Valgan verdades, de los candidatos, el único que ha llamado a la unión y concertación de fuerzas es el candidato nacionalista, quien cuenta con el apoyo de Vargas Llosa y Alejandro Toledo, aunque este no lo diga. Sin embargo, del otro lado, PPK y Luis Castañeda parecen apostar por la hija del ex dictador, quien en la última encuesta publicada por el diario El Comercio, obtiene 37% frente a un 43% del líder de Gana Perú. Más allá del factor miedo, lo que existe es un enorme resentimiento de la población hacia Alberto Fujimori; resentimiento que hoy está pagando su hija, aunque no tenga mucho que ver en el asunto. Ambos modelos, creo yo, amenazan las libertades individuales de los peruanos y pretenden vulnerar los castigos implantados hacia ciertos personajes que, en su momento, fueron perjudiciales para el avance y progreso del país. Alberto Fujimori por un lado y Abimael Guzmán por el otro. La situación es esta y no podemos dar marcha atrás. Asimismo, queda demostrado, por enésima vez, que a los peruanos les falta madurar su conciencia política y tener mejor memoria a la hora de elegir.
De todo esto, lo cierto es que el 5 de junio tendremos nuevo presidente. Y es de vital importancia que el nuevo mandatario sea una persona que sepa escuchar y sobre todo entender. Que no sea mezquino ni soberbio. Que no se crea dueño de la verdad absoluta (como el robusto aprista Alan García) ni que se ufane de que su plan de gobierno es el mejor. Porque si tengo que elegir un plan de gobierno para el Perú, me quedaría con el de Rafael Belaúnde. Necesitamos un presidente con visión integral, que respete las libertades en todos sus aspectos y que sea consecuente, de igual forma, con sus principios y valores (honestidad, sinceridad, respeto, amor, servicio, paciencia, perseverancia, voluntad, decisión y fortaleza). Como se ve el panorama, según las últimas encuestas, parece ser que el nuevo presidente del Perú será el ex militar Ollanta Humala, quien, a mi gusto, no representa un cambio, sino más bien, un continuismo a lo que vienen haciendo sus virtuales y casi probables pares sudamericanos Correa, Chávez y Morales.
Quiero rematar este texto aduciendo que las ideologías políticas, por más excelentes que parezcan en el aspecto teórico, siempre presentan graduales deficiencias en la práctica. Mi consejo seria que, de ser elegido Ollanta Humala, primero, se preocupe por concertar con todas las fuerzas políticas, sociales y económicas del país, buscando, claro está, crear y respetar una agenda de trabajo a largo plazo. Además de la firma de acuerdo de gobernabilidad que respete la democracia, la libertad y el progreso. Solo así podemos asegurarnos de que tendremos un gobierno respetuoso de sus acuerdos y de su población, que empuje el coche para cumplir con la meta de ser un país de primer orden antes del año 2050. No podemos retroceder, hacer eso sería perder 5 años de progreso. Pero, de vulnerarse todos estos puntos claves para el desarrollo de una nación, de seguro que seré uno de los primeros en salir a defender el respeto irrestricto a la constitución del país, que consigna la libertad como eje principal de todo derecho.